Moisés Sánchez *
En la leyenda de la flor de cempasúchil se cuenta la historia de amor de dos jóvenes aztecas: Xóchitl y Huitzilin. Ambos estuvieron unidos por el amor desde que eran pequeños. Siempre compartieron juegos y los paseos por el pueblo.
Dice la leyenda que todas las tardes subían a la montaña dedicada a Tonatiuh, el dios azteca del sol. En cada visita colocaban de ofrenda ramos de flores. En ese sitio fue donde juraron amarse por siempre bajo cualquier circunstancia, incluso la muerte.
Un día la guerra llegó y Huitzilin, como buen guerrero, tuvo que separarse de su amada para defender las tierras aztecas. Después de un tiempo, Xóchitl recibió la noticia de que su compañero había muerto.
Hundida en un profundo dolor, la bella mujer pidió al dios Tonatiuh que la librara de su sufrimiento y la reuniera con su amado.
El dios del sol, agradecido por las ofrendas que los jóvenes llevaban a su montaña, decidió cumplir la petición: dejó que sus rayos cayeran sobre Xóchitl, y en el momento en que su piel se iluminó, la chica se transformó en una flor de color amarillo intenso, como la luz del mismo sol.
Unos minutos después, un colibrí se posó en el centro de la flor. La historia nos dice que era la reencarnación de Huitzilin, por lo que, al hacer contacto con la planta, ésta abrió sus veinte pétalos liberando un aroma intenso.
Siguiendo la orden de Tonatiuh, el amor de los dos jóvenes aztecas permanecerá mientras haya colibríes y flores de cempasúchil en los campos mexicanos.
Esta flor es conocida también como: flor de muerto y es usada en esta fecha para adornar las tumbas y los altares de los difuntos.
Cempasúchil proviene del náhuatl cempoalli (veinte) y xochitl (flor): Flor de veinte pétalos.
- Moisés Sánchez, editor cultural de Ciudad de México
Periscopio CDMX