FOTOS Jaime Boites/Redacción Periscopio CDMX
Larga vidas tuvieron la pintora Leonora Carrington, la cantante Chavela Vargas y la crítica de arte Raquel Tibol. Todas nacieron lejos de México y vivieron sus años invernales con la celebridad y el reconocimiento de sus pares, sus alumnos y sus conciudadanos, prueba de que no existe sólo una «edad de éxito» y que, aunque ya eran maduritas, eran más correosas y sobradamente sabias que otras mujeres insumisas. Eso sí, cada quien desplegaba su talento a su personal manera.
La Macorina Mayor se hizo célebre con una súplica: «Pónme la mano aquí, Macorina, pónme la mano aquí». Con ese verso tan cantado en tantas noches de celebración, Chavela Vargas (1919-2012), nacida con el nombre de María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, encarnó la desafiante vida de una mujer que no esconde sus gustos amorosos. En esta imagen se le ve hiperfeliz con uno de sus fanáticos más declarados: el cineasta español Pedro Almodóvar, quien popularizó la música de la nacida en Costa Rica en cada una de sus películas. El domingo 15 de abril de 2012, Chavela Vargas presentó el disco La luna grande, su homenaje personal al poeta granadino Federico García Lorca, en el Palacio de Bellas Artes.
Cumbre del surrealismo, escritora compulsiva en su juventud, paseante matinal en la Colonia Roma de la Ciudad de México, Leonora Carrington (Lancashire, Inglaterra, 6 de abril de 1917-Ciudad de México, 25 de mayo de 2011) nació con una belleza deslumbrante y una sensibilidad difícil de entender. Sus pinturas y sus esculturas, varias veces expuestos en el Palacio de Bellas Artes, revelan la magia celta y el poder de los sueños. En San Luis Potosí hay un museo con su nombre, y su casa en la Colonia Roma (Chihuahua No. 194), la ha restaurado la Universidad Autónoma de México para exhibir un acervo de 111 esculturas y siete litografías bajo la curaduría del Diplomado en Estudios Surrelistas, dentro del ambicioso Proyecto Leonora Carrington, a cargo de los hijos que tuvo la artista plástica con el fotógrafo Emerico Chiqui Weisz.
Redacción Periscopio CDMX/EB