Por: Tomás Mota
Aparecen intermitencias, el opening del Señorial, varios artistas invitados a intervenir las habitaciones de lo que fue un hotel de paso llamado “Hotel Garage”, que era como hay tantos en esta ciudad, con anuncios luminosos de esa tipografía característica. Fueron muchos artistas emergentes los que participaron. Era el arranque de la revitalización del Centro Histórico, proyecto que consistió en rescatar algunos edificios y convertirlos en vivienda, además de reencarpetar las calles y hacer instalaciones subterráneas. La labor social de una fundación que iba arrasando con todo. El Señorial y el Virreyes como punta de lanza para residencias artísticas.
En un principio, llegaron muchos creadores, la condición era que se estuviera estudiando alguna carrera artística. A los primeros en llegar y presentar un proyecto artístico se les becaba con un año de hospedaje y al final del año presentaban los resultados. Hubo varios becados y el movimiento comenzó a crecer. Se dieron muchos proyectos que fueron permeando la zona, surgió el “Lacma” en la calle San Jerónimo, casi esquina con Bolívar; el “Patio de mi Casa”, en la calle de Vizcaínas; “Casa Vecina” en el callejón de Mesones; el “Pasagüero” en Motolinía, “Zinco Jazz Club”, también en Motolinía; y muchos otros proyectos que involucraban galerías, foros para música, restaurantes y bares.
Estos proyectos fueron semilleros y eco de algunos que comenzaban, hubo una movida fuerte con colectivos como el de Los Nuevos Ricos; en el Señorial había fiesta casi toda la semana, el fin de semana era para invitados: Silverio, María Daniela, Diablito Records, Liquits, Dick el Demasiado, se presentaron ahí; Bazar Fusión comenzó en este lugar, muchos diseñadores se daban cita, músicos, actores y muchos que estaban haciendo proyectos muy buenos, era una efervescencia creativa.
Paralelamente, surgió el cineclub y la biblioteca en la planta baja, el estacionamiento se usaba como galería, pista de baile, escenario, sala de ensayos, para hacer performance y actividades diversas; funcionaba un restaurante-bar que servía desayunos muy ricos a bajo precio. También se creó el proyecto del “Microbús Discoteque”, que hacía recorridos por el circuito de la fiesta con temática artística, la gente se hacía de una pulsera que era el acceso a todos los lugares participantes y en cada uno hacía escala, subía y bajaba gente, el caso es que la fiesta no se interrumpía, en el micro había un dj o una banda tocando y claro, una hielera con cerveza. Algunos becarios, entre ellos Mandujano, dejaron inmortalizados en un mural a los franeleros de Jiménez (Don Fernando y su hermano), interpretados como si se tratara de Aristóteles y Sócrates. Otro proyecto se trataba de una vestimenta en perfecto estado usada durante un año y registrarlo todos los días, terminó en garras. Estos proyectos eran apoyados por Pablo, el administrador del Virreyes y el Señorial, tenía sentido común y ganas de hacer las cosas. Hubo de todo, un rato estuvo invadido por cocineros. De los personajes memorables, recuerdo al chico vegetal, se vestía con colores llamativos y se teñía los cabellos de distinto color.
Tenía una maceta que por las noches la sacaba de paseo, como si de una mascota se tratara. Un par de personajes que decían haber sido pareja del “Cronista de la Ciudad” y que por esa situación ya se sentían escritores.
Del 2005 al 2007 fue la época de gloria, conocí amigos, algunos con los que colaboré y otros con los que desarrollamos proyectos, realizamos intervenciones en Eje Central, el parque de las Vizcaínas, el callejón de San Ignacio, el Teatro de las Vizcaínas. Muchas ideas se compartían en la azotea entre humo y la vista impresionante que se tiene hacia la Latino, Regina o Vizcaínas. Siempre estuvimos esperando la novela inconclusa que el autor decía no saber de qué trataba y cómo comenzarla. Algunos se quedaron en la fiesta, otros en el viaje, y otros andan rodando con sus proyectos por el mundo.
Un día, había una montaña de libros en el estacionamiento, ya eran basura, era el síntoma de que algo andaba mal. “Libros para tirar, si quiere, recoja algunos” mencionó el guardia en turno. Perec, Borges, Pessoa, Onetti, Roth, Wolf, Cortázar, Vila-Matas, Joyce, Robert Burton y muchos más, todos juntos, listos para subirse al camión. Como pude, subí un costal con varios ejemplares. Al otro día, ni rastro de los olvidados, de los expulsados, se fueron de madrugada. Con ello también se fue el cineclub. Se acabaron las fiestas. Las noticias que llegan es que el espacio está desperdiciado, es tres veces más caro, que la administración actual no atiende cuestiones básicas, ya no dan becas, con un mal servicio, está quedando en el olvido en manos de la burocracia, como si el gobierno en turno lo administrara. Que lo decoran con gusto de nuevos ricos, plantas de plástico y luces de neón, tales cambios me hacen pensar que el Señorial de artistas y fiestas fue sólo un sueño, que ya no se puede vivir como rockstar.