Después del mediodía de este marte 16 de enero del incipiente 2024, las redes sociales y los buscadores de internet se inundaron con una sombría noticia: “Falleció José Agustín”, quien además de ser un entrañable escritor, fue conductor, productor de programas culturales en radio y televisión, coordinador de talleres literarios, becario, dramaturgo, colaborador en periódicos, revistas culturales y políticas y un amplio etc. Su partida tuvo como preludio el bluemonday.
El inconformismo, la rebeldía, el descontento, el oponente, el refutador, lo informal, lo contestatario, el criticismo analítico y todo aquello que diera pauta a ir en contra del orden establecido, denunciar la desigualdad de clases, así como la injustificada represión policiaca a las juventudes, fueron algunos de los conceptos de arranque que definieron una forma de contracultura muy de adolescentes que despegó a mediados de los años 50 en Estados Unidos y después de ser abrazada allá por los llamados “hippies”, esa misma influencia, llegó timorata a México en los 60´s, y con esos frescos aires libertarios, los jóvenes mexicanos adaptaron a la idiosincrasia nacional un argot, un lenguaje caliche, una jerigonza, un diálogo de barrio, un slang y una exótica forma de interactuar con la realidad donde las drogas y el Rock and Roll eran los ingredientes primordiales que vivificaron un movimiento que se definió como “La Onda”.
Fue ahí, donde uno de sus exponentes más destacados encontró, a través de las letras, una mecánica lingüística tridimensional para expresar esos irrepetibles momentos de juventud, un original rompecabezas literario: José Agustín; un tapatío que ahora, cumplida su tarea generacional a los casi 80 años, nos ha dejado, nos encarga su legado y acervo para irse a buscar en el espacio del más allá, más ondas… de otro tipo y, quizás, para sembrar un nuevo y peculiar caliche con ese sello “hippiteca”, solo que ahora con recursos digitales y en versión remasterizada.
“La Onda” recibió la influencia de la literatura de la generación Beat, de los considerados “abuelos” de los hippies: William S. Burroughs, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gregory Corso, Diane di Prima, entre otros, sin omitir la mención del motor emocional de esa generación estadounidense, Dean Moriarty que da vida a la novela de culto “En el Camino” y es el personaje de Neal Cassady donde la historia es la crónica fiel de cómo inició todo rodeados de drogas y Jazz en los 50´s.
En México, a mediados de los 60´s, varios jóvenes escritores inquietos como René Avilés Fabila, Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña, Federico Arana, Héctor Manjarrez, Hugo Hiriart, Margarita Dalton e incluso el también fallecido, Armando Ramírez, fueron los integrantes de “La Onda” y siguieron la tradición de narrar y compartir anécdotas, siendo ellos los propios protagonistas, describieron sus instantes, sus vivencias y sus experiencias con la misma velocidad vertiginosa que sus antecesores y “abuelos culturales“ gringos, e igual que ellos, sus aventuras no tienen freno.
Se atiborró el ciberespacio nacional: “Falleció José Agustín”. Dabas clic y se desparramaba en las redes su autobiografía, sus crónicas, sus cuentos, sus ensayos, sus guiones cinematográficos, novelas, guiones de teatro y antologías y como dijimos párrafos arriba, un amplio etcétera.
De aquellos que lo leímos, cada uno tendrá en la subjetividad sus predilecciones, cada quien conservará en su interior algo, y por lo menos, aquellos a los que no les suena por ser la nueva sangre de este país y no les refiere nada el nombre de José Agustín, algo les referirá si escuchan la palabra “Tepozteco” y es que José Agustín vivió en Morelos, en el municipio de Cuautla -y como morelense adoptado-, le dedicó a ese pueblo mágico de Tepoztlán, la narración de una ingeniosa y alucinante aventura de fin de semana a la que tituló: “La Panza del Tepozteco”.
Por mí parte, lo seguiré recordando cada que relea el libro El Don del Águila, ya que entre otras de las múltiples cualidades de José Agustín, estaba la de ser traductor y fue gracias a él, que muchos hemos podido conocer en nuestro idioma, esta magnífica obra donde se describe la vida de un nagual yaqui que transmitió nuestro conocimiento milenario sobre realidades alternas y el uso y manejo del peyote, a un antropólogo extranjero llamado Carlos Castaneda.
José Agustín ¡fuiste La Onda! buen viaje y gracias… misión cumplida.