La desbordada imaginación del hombre ha creado a lo largo de su historia un compendio de seres fantásticos que pueblan las leyendas y mitos de todas las culturas y todas las épocas. La América imaginaria de los europeos antes de su descubrimiento no fue la excepción Existen registros de seres espeluznantes mitad hombre y mitad bestia que sentaron las bases para legitimar el poderío de los conquistadores españoles sobre los nativos de tierras colonizadas.
Las especies criollas del continente americano, tanto animales como hombres, fueron catalogadas a partir de una visión eurocéntrica y egocéntrica sustentada en un sistema de valores inamovibles. Todo aquello que se alejaba de los modelos biológicos y culturales establecidos era incomprendido, mal interpretado y muchas veces satanizado.
El mundo al revés
Criaturas grotescas y no menos aberrantes representaban los peligros del fin del mundo y el miedo a lo desconocido. La visión cuadrada que tenían los europeos de los habitantes de tierras no descubiertas se puede equiparar a la que ahora tenemos con relación a los alienígenas de otros planetas o galaxias. El homo sylvestris es el mejor ejemplo del hombre americano que imaginaban los viajeros en busca de nuevas tierras. Lo concebían en su afiebrada imaginación como un hombre cubierto de pelo de pies a cabeza. Las imágenes más inverosímiles eran de hombres con cabeza cuadrada y de color azul.
La mayoría de la fauna encontrada en el Nuevo Mundo fue explicada y mostrada al Viejo Continente como producto de la aberración de la naturaleza, y vista como “el mundo al revés”. En resumen, lo diferente era deforme. Los descubrimientos de nuevas tierras tenían que exagerar sus descripciones de lo que habían encontrado para ganar méritos, sin dejar de lado sus tendencias ideológicas y su fascinación por lo fantástico. Cabe aclarar que los copistas pusieron su granito de arena en el mosaico de “monstruos” americanos, ya que cometían errores y pintaban a un animal o persona más grande de lo que era, exagerando su dimensión y morfología. Por equivocación, también pintaban un pie o mano donde no existía. Lo real, lo exagerado y lo erróneo se mezcló para dar vida a la iconografía fantástica del bestiario del continente recién descubierto.
El grabado en madera que sirvió para complementar el relato del tercer viaje de Américo Vespucio, y que representa gráficamente a los aborígenes de América contiene una leyenda que describe a los nativos como seres de fábula:
“Tanto los hombres como las mujeres andan desnudos, poseen un cuerpo bien proporcionado y tienen una piel de color rojo. Tienen perforadas las mejillas, los labios, la nariz y las orejas, adornan estas incisiones con piedras preciosas, pedazos de vidrio, alabastro y mármol. No existe entre ellos ningún tipo de propiedad privada, sino que todas las cosas pertenecen a la comunidad, no tienen rey ni jefe, luchan entre ellos sin arte ni reglas y se comen entre sí”.
Imago mundi
Los relatos sobre bestias inconcebibles fueron difundidos por la conseja popular, extendiéndose por varios países de Europa hasta muy avanzada la Edad Media. Tritones, centauros, sátiros, sirenas, quimeras, faunos, el ave fénix, unicornios, dragones, calamares, gigantes, serpientes marinas descomunales, acéfalos, hombres sin cabeza con ojos y boca en el tórax, entre otros esperpentos de la naturaleza, así como seres míticos de distintas culturas, entre ellas, la grecolatina, sentaron las bases para la creación de monstruos que con el descubrimiento de América se fueron sumando al imaginario de la Europa Medieval.
En la Edad Media, los cartógrafos se basaron en las referencias antiguas que los poetas y logógrafos griegos hicieron del mundo para crear una cosmografía distorsionada y completamente alejada de la realidad.
Para colmo, los geógrafos cristianos trazaron sus mapas basados en las sagradas escrituras con el objetivo de crear una nueva cartografía a partir de la que ya se tenía de los viajeros reales e imaginarios. Fue así como surgió la “geografía maravillosa” o “Imago mundi”.
Dicho mundo imaginario predominó hasta el siglo XVII, cuando la exploración fuera del continente europeo se había desarrollado.
Bestiario del Nuevo Mundo
Hombres y mujeres con cola de pez. La Tabla Geográphica del Reino de Chile es el primer mapa realizado por un chileno, el jesuita Alfonso de Ovalle, y aparece en la histórica Relación del Reino de Chile (1646). En él se puede observar a un hombre con cola navegando por el mar del norte. La creencia acerca de estos seres fue muy anterior al descubrimiento de América. Podría decirse que el caleidoscopio de seres fantásticos estaba tan enraizado en la mente de los navegantes y cartógrafos, que animales y hombres eran fácilmente confundidos con dichas criaturas grotescas del imaginario medieval, como le sucedió al mismo Cristóbal Colón, quien confundió a unos manatíes con sirenas: “Vido tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara”
El Cinocéfalo. Su aspecto es como el del hombre, pero tiene cabeza de perro y patas de chivo, sus dedos son largos y anchos según se ve en el grabado de Alessandro de Vecchi que aparece en la historia “Universali” de Giovanni Botero (1622). Aullaba y tenía como costumbre alimentarse de la carroña, así como de la carne humana. Fue localizado en la provincia de Santa Cruz, en Brasil. Este ser fantástico tiene sus orígenes en la Edad Media
La maravilla del mar. Es un ser hermafrodita de grandes dimensiones, cuerpo de huevo, rostro de lobo de mar, manos de hombre y patas de gallináceo; fue supuestamente atrapado en las playas de Brasil. Su imagen apareció en un volante en Alemania por el año 1565.
La Harpía. Se le describe con rostro humano, doble cola, alas de vampiro, garras palmadas, cuernos, escamas y 22 pies de largo. Fue capturada en el Lago Fagna de Perú, en 1829. Se le atribuyó una verdadera carnicería en la que perecieron decenas de animales y humanos. Su alimento predilecto eran los cerdos, y gracias a una trampa en la que pusieron carnaza se les logró atrapar para darles muerte.
Otros “esperpentos” mal interpretados
Algunos animales propios de América y completamente desconocidos en Europa, como la chinchilla y el perezoso, fueron denominados antropocéfalos, plasmados en grabados y descritos con cabezas y rostros de niños.
La Zarigueya, especie de marsupial perteneciente a Centro y Sudamérica, es otra criatura americana que causó asombro cuando fue trasladada a España por Vicente Yáñez Pinzón en 1499, quien la describió así:
“Un monstruo extraño: la parte delantera parecida a una zorra y la posterior a un mono; los pies eran como los de un hombre y las orejas como las de la lechuza; bajo su vientre colgaba un saco en el cual acarreaba a sus crías”.
Varias son las historias que se refieren a serpientes de enorme tamaño que nutrieron los relatos de las selvas americanas. Así mismo los papagallos y los tucanes fueron aves que despertaron la imaginación de los viajeros en tierras americanas, siendo objeto de simbolismos.
La llama también se convirtió por sus descubridores europeos en un ser amorfo y mal interpretado. Su alargado cuello, su lomo parecido al del camello y su tamaño menor al de un caballo lo hicieron una criatura más del bestiario fantástico americano: un camello degenerado del nuevo mundo.
La creencia en el Orejón, que se supone habitaba con sus congéneres en las islas que rodean la península de Yucatán, está registrada incluso en las instrucciones que el capitán Diego Velázquez dio a Hernán Cortés con respecto de la Isla Fernandina el 23 de octubre de 1518, advirtiéndole de los peligros de sus habitantes poseedores de enormes orejas.
En el continente americano los monstruos medievales encontraron buen puerto. Todos los seres imaginarios conformaron en conjunto una visión fantástica del Nuevo Mundo.
El bestiario es interminable: Hoy en día seres como el hombre polilla, Pie Grande, el monstruo del Lago Ness, los nahuales, las brujas, los duendes y el chupacabras no son otra cosa que la prolongación de su inquieta y desbordada imaginación.