A siete años de los funerales de ‘Madiba’

Nelson Mandela FOTO Radio Francia Internacional
ARTE Excélsior

Arturo Mendoza Mociño

91 presidentes y 10 ex jefes de Estado viajaron a Sudáfrica hace siete años para despedir a Nelson Mandela, el activista que pasó 27 años en prisión antes de convertirse en el primer presidente negro de su país y que murió el jueves 5 de diciembre de 2013 a los 95 años.

Por México asistió el ex presidente priísta Enrique Peña Nieto al funeral de Estado que se realizó  en el Estadio FMB que guareció de una intensa lluvia a miles de sudafricanos que cantaban eufóricos, sí, tristes, también, un canto que aún resuena en todo el país:

Nelson Mandela, Nelson Mandela no hay nadie como tú.

En la edición especial de aquel  11 de diciembre que realizó la Esquina de la información, también conocida como Diario Excélsior, se resaltó el encuentro entre el presidente estadunidense Barack Obama y el presidente cubano Raúl Castro.

Barack Obama saluda a Raúl Castro y Dilma Roussef en el funeral de Nelson Mandela. La última vez que dos presidentes en funciones de Estados Unidos y Cuba se saludaron fue en el año 2000 durante una cumbre de la ONU en Nueva York. Entonces, puntualizó ‘Excélsior’, no hubo fotos y la Casa Blanca negó inicialmente el saludo entre Bill Clinton y Fidel Castro. FOTO PRI

Georgina Olson, enviada especial de Excélsior, resaltó el simbolismo de aquel histórico saludo propiciado por Obama  porque Cuba fue un temprano  aliado de los movimientos de emancipación en África y mandó tropas a luchar en Angola, entre  otros contra las fuerzas del Apartheid sudafricano.

El último homenaje a Mandela se hizo porque este hombre desafió a la minoría blanca que dirigía a Sudáfrica pero, sobre todo, por su larga encarcelación por luchar contra las políticas de segregación racial de su país. Esa lucha llamó la atención del mundo entero y se conoció como la lucha contra el sistema del apartheid en Sudáfrica.

El abogado que fue Nelson Mandela podía intimidar y desarmar a sus oponentes con su  sonrisa, la cual se convirtió en su marca a nivel internacional. A donde quiera que fuera se corría rápidamente la voz y en torno a él se reunían multitudes. Así fue como pasó de ser considerado un terrorista y estar encarcelado a ser un luchador por los derechos de los africanos de raza negra. A la postre, por esa causa terminó convirtiéndose en uno de los pilares de su nación y en un hombre de estado respetado alrededor del mundo. FOTO The Toronto Star

Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918 en el poblado montaraz de Mvezo, al oriente de Sudáfrica. Su padre murió cuando tenía nueve años y quedó bajó la tutela de un jefe tribal que le dio educación formal como al resto de sus hijos.

En su juventud conoció a aquellos que más tarde se unirían a su misión de cambiar Sudáfrica. Por un tiempo tomó clases en el Colegio Universitario de Fort Hare pero fue expulsado por participar en un boicot con Oliver Tambo. Poco después, en 1941, conoció a Walter Sisulu, quien lo ayudó a continuar con su educación y se convirtió en su amigo de por vida.

Hacia 1944, Mandale, Susulo, Tambo y otros –insatisfechos con el Congreso Nacional Africano y sus políticas– formaron la Liga de la Juventud de la ANC, con la intención de transformar la organización en un movimiento más radical. Esa alianza es considerada como  el inicio de una vida de compromiso para acabar con la segregación racial en Sudáfrica.

Mandela fue arrestado y acusado de salir ilegalmente del país en 1962. Aunque se defendió a sí mismo en el juicio fue encarcelado brevemente poco antes de ser llamado de nuevo a la corte, donde en 1964 fue sentenciado a prisión de por vida por sabotaje, conspiración e intento de derrocar al gobierno.

En Un largo camino hacia la libertad (Long Walk to Freedom en inglés), Mandela cuenta cómo fue esa reclusión de 18 años en la isla Robben, ubicada a ocho kilómetros de la costa de Sudáfrica. Los primeros días allí fueron muy duros para él:

Había mucho abuso físico y muchos de mis colegas pasaron por esa humillación, escribió.

Su entonces esposa, Winnie, una trabajadora social que se casó con él en 1958 dirigió una campaña internacional para exigir su liberación. Ella fue su vínculo con el mundo exterior debido a que él tenía prohibido leer periódicos. Winnie fue esos ojos que le detallaron los cambios que ocurrían en el país. Además se convirtió en su vocera.

Mientras aumentaba la presión para que fuera liberado, la minoría blanca gobernante en Sudáfrica se fue aislando con la imposición de sanciones políticas y económicas.

En 1988, víctima de tuberculosis, Mandela fue hospitalizado. Cuando se recobró fue enviado a una granja que funcionaba como prisión de mínima seguridad donde podía recibir visitas.

Entre la gente que lo visitó estuvo el Presidente de Sudáfrica, P.W. Botha. El cambio se percibía en el ambiente y  el sucesor de Botha, F.W. de Klerk, prometió negociar y terminar con el apartheid.

En febrero de 1990 Mandela fue liberado tras 27 años de encarcelamientos. Sus primeras palabras fueron para asegurar a los reporteros que su liberación no era parte de un trato con el gobierno,  y para tranquilizar a los blancos al decir que trabajaría a favor de la reconciliación. En Cape Town reina la alegría. Con su esposa Winnie camina libre el Premio Nobel de la Paz de 1993. FOTO Allen Tannenbaum/ZUMAPRESS.com)

Mandela había pasado de ser un prisionero político a un hombre de estado que viajaba por el mundo para seguir adelante con su trabajo para terminar con el apartheid en alianza con de Klerk. Así, en  la primera elección multirracial de 1994, se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica.

El día que asumió como presidente se paró en la terraza del edificio Unión, me tomó de la mano y la alzó. Puso sus brazos a mi alrededor y mostramos una unidad que resonó en toda Sudáfrica y el mundo”, recordó Klerk años más tarde.

Marxista-leninista y ateo, Mandela rechazaba el culto de la personalidad, pero los seis millones de ejemplares de sus memorias El largo viaje hacia la libertad, al que se sumó después otro best seller llamado Conversaciones conmigo mismo, aumentaron su fama a escala mundial antes de que se rodaron varios filmes que también contribuyeron a agrandar su leyenda.

Me consideraban como un santo. Nunca lo he sido, incluso si tomamos la definición más corriente, es decir, que un santo es un predicador que trata de mejorarse”, escribe en Conversaciones conmigo mismo, inspirado en el ensayo del emperador romano Marco Aurelio.

Ya en el cargo, Mandela fue acremente cuestionado por haberse doblegado ante poderosos grupos de presión de los medios empresariales y capitalistas en manos de los blancos sudafricanos. Entre otras razones porque abandonó rápidamente la idea de realizar una vasta campaña de nacionalizaciones y, desde 1996, se deslindó de una política de Estado intervencionista para darle paso más bien a una gestión de inspiración neo-liberal.

Durante su mandato, no hubo inversiones importantes en obras de infraestructura ni en el sector de la educación, aunque cuando Mandela llegó al poder lanzó dos iniciativas sobresalientes en este campo: la gratuidad tanto de los manuales escolares como de la atención médica para los menores de cinco años.

El domingo 16 de diciembre de 2012, el periodista británico John Carlin alertaba sobre el aislamiento en el que estaba Nelson Mandela en medio de una sórdida lucha por el poder entre sus sucesores al frente del Congreso Nacional Africano (CNA). ‘Madiba’ tenía ya 94 años de edad. ARTE El País

En los últimos días de 2012 uno de los sucesores de Mandela, el Presidente Jacob Zuma, trató con mil maromas ocultar el declive físico y natural de Madiba, como los sudafricanos comenzaron a llamar cariñosamente a su líder.

Se le llamaba así porque Madiba era el nombre de un jefe thembu que, en el siglo XIX, gobernó la región Transkei, a la que pertenece Umtata, la población en la que nació Mandela. Además, ese título es un reconocimiento tribal porque es otorgado por el concejo de ancianos de su tribu, en señal de una vida honorable y gloriosa.

Nadie podía dudar del cariño de los sudafricanos por Madiba ni tampoco que su estado de salud había dejado de tener interés nacional para alcanzar el rango de noticia internacional. Por eso el periodista británico John Carlin reconstruyó lo que fueron los últimos días de Nelson Mandela y cómo, lamentablemente, se trató de ocultar información a la prensa cuando el trato a ésta, por parte de Mandela, siempre fue muy distinto.

Desde que salió de la cárcel en 1990 hasta que concluyó su presidencia diez años después, escribe Carlin en el diario madrileño El País,  su actitud era que en vez de esconder la verdad a los periodistas, arriesgando que se vayan por las ramas y acaben publicando cosas que no son verdad, mejor hablar con ellos con franqueza. Para Mandela -lo vimos desde su primera rueda de prensa al día siguiente de su liberación-, los periodistas no eran enemigos, eran todos potencialmente amigos.

El embajador de Sudáfrica en México, Sandile Nogxina, el gobernador de Quintana Roo, el priísta Roberto Borge Angulo, y el presidente municipal de Benito Juárez, el también priísta Paul Carrillo de Cáceres, develaron el busto del político sudafricano Nelson Mandela, en el andador de la Avenida Tulum. La estatua de Nelson Mandela  realizada por el escultor Oscar Ponzanelli está franqueada por las efigies del cantautor mexicano José Alfredo Jiménez y del poeta libanés Gibran Khalil Gibran, frente al Palacio Municipal de Benito Juárez, en la capital económica de Quntana Roo: Cancún. FOTO Radio Fórmula

22 médicos velaban por la salud de Madiba hasta que su corazón se detuvo el jueves 5 de diciembre de 2013 a los 95 años. El 8 de junio de 2012 se habían disparado las alarmas porque Mandela fue internado en el Hospital de Pretoria debido a que padecía una grave pulmonía,

Mandela había pasado a formar parte de la categoría a la que los médidos denominan anciano fácil. Es decir: una persona de mucha edad a la que le falla todo un poco: el corazón, los pulmones, los músculos. Su fragilidad siempre es extrema. En estos ancianos la mínima infección habitualmente resulta ser mortal. Hacen un escalón de deterioro y, a la mínima complicación, como en el caso de que tengan incapacidad para deglutir o toser con la fuerza necesaria para expulsar, las complicaciones respiratorias son las más frecuentes.

La casa  de Madiba  en Johannesburgo se convirtió en una unidad de cuidados intensivos. Allí, el mismo Mandela reconoció:

La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad.

Periscopio Cancún

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