Mineras destruyeron vestigios prehispánicos en Querétaro para extraer mercurio

Zona Arqueológica de Ranas, Querétaro, erigida entre los años 600 DC y 900 DC FOTO Fb Rodolfo Córdova

Redacción Periscopio Querétaro

Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)  advirtieron  que algunas mineras destruyeron restos prehispánicos en las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado para extraer mercurio en diferentes yacimientos arqueológicos.

Así lo comentaron durante el V Coloquio de la Arqueología en Michoacán y sus áreas vecinas realizado la semana pasada.

«La bonanza de los años 60 y 70 arrasó con las minas prehispánicas, porque ellos sabían que las minas prehispánicas estaban aflorando el cinabrio y desaparecieron los restos. Hoy sólo nos queda comparar el pigmento de la Reina Roja contra una mina o dos conocidas”, expresó la arqueóloga Elizabeth Mejía.

Museo Regional de Querétaro FOTO INAH

Y reveló que durante los años 90 también se perdieron elementos arqueológicos, entre vasijas, esculturas y restos óseos, luego de que un investigador extranjero que estudió la zona advirtió que había entregado dichos materiales al Museo Regional de Querétaro, pero éstos no fueron encontrados.

«Nosotros tratamos de rastrear (el material) cuando se reestructuró el Museo Regional de Querétaro para ver si algunos de esos materiales estarían en Querétaro, pero el investigador —que ya falleció— nos comentó que lo había entregado al museo. Pero cuando fuimos a éste nos dijeron que nunca llegó y el chiste es que ese material desapareció, y es una pena porque estamos hablando de vasijas completas, esculturas, esqueletos, animales. Todo eso desapareció y no sabemos qué pasó”, dijo.

Mejía comentó que han hablado con investigadores que participaron en dichos proyectos, “pero nadie nos supo decir qué pasaba, aunque esto ocurrió a principios de los años 90”, aunque aseguró que hasta donde se tiene registro, dichas piezas nunca fueron entregadas a ningún coleccionista, por lo que aún está pendiente el rastreo de dicho material.

Al sur de la Sierra Gorda de Querétaro, en la espesura del bosque de neblina que corona el Cerro del Jorobado o Toluquilla, se encuentra la Zona Arqueológica de Toluquilla, Querétaro, que representa, junto con la Zona Arqueológica de Ranas, una veta única para comprender a una sociedad prehispánica que estuvo dedicada a la extracción del cinabrio, un mineral que fue altamente apreciado en Mesoamérica, pero que padeció los consecuentes problemas de salud por bioacumulación, tal como lo han corroborado especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

La arqueóloga Elizabeth Mejía Pérez Campos recuerda, en una entrevista difundida el 20 de Junio de 2016, que su predecesora en el sitio, Margarita Velasco, advertía el alto valor económico que tuvo la minería en esta zona serrana anterior a la llegada de los españoles, mas no como actividad principal. Premisa que en los últimos años se ha replanteado tras una serie de análisis a muestras obtenidas de restos óseos recuperados en distintas áreas de la zona arqueológica.

Mientras camina sobre una senda de crujientes hojas de encino, la directora del Proyecto Arqueológico Toluquilla, iniciativa del INAH que este año cumple 20 años de trabajo, comenta que en la última década se ha examinado una muestra de los restos de poco más de 200 individuos masculinos y femeninos, entre neonatos, niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, que proceden de una veintena de entierros.

En la búsqueda por comprender por qué la alta tasa de mortalidad en este sector de la población, la doctora Elizabeth Mejía ha contado con la colaboración de Gilberto Hernández, adscrito al Centro de Geociencias de la UNAM,  Campus Juriquilla-Querétaro, quien se ha centrado en temas de contaminación por metales pesados en suelos y sedimentos a partir de su variabilidad en el espacio, rangos y biodisponibilidad.

A falta de precedentes de este tipo de análisis aplicado a muestras provenientes de contextos funerarios prehispánicos, se diseñó una metodología específica que eliminara la mayor cantidad de variables. Por ejemplo, no obstante que mediante análisis de suelos se ha comprobado la alta contaminación por mercurio en Toluquilla (el cinabrio se contiene en 78 partes por millón), era necesario descartar que el contacto de los restos óseos con el suelo fuera un factor que alterara los datos.

En total se mandaron a análisis muestras de los restos de 35 individuos (principalmente de huesos largos, cráneos, vértebras y dientes), entre ellas de cuatro neonatos, y se obtuvieron resultados de 32. Cada uno de ellos fue muestreado tres veces. “Todos: hombres y mujeres jóvenes, adultos, niños, fetos, resultaron contaminados; tuvieron contacto con mercurio o con cinabrio”.

La llamada «Reina Roja» de Palenque, hallada el 11 de abril de 1994, está recubierta por entero de tóxico cinabrio FOTO Arqueología Mexicana

La doctora Elizabeth Mejía anota que el mercurio está asociado a otros metaloides: arsénico, plomo, cadmio, zinc y antimonio, por citar algunos. En total se analizaron 11 metales en los 32 esqueletos, que dieron positivo en todos los casos.

Toluquilla, Querétaro – 20 años de investigación – YouTube

Sobre los alcances de la bioacumulación (proceso de acumulación de sustancias químicas en organismos vivos, alcanzando concentraciones más elevadas que las halladas en el medioambiente y los alimentos) en los residentes de Toluquilla, la arqueóloga refiere que la norma internacional actual fija un promedio que no debe rebasar las 5 partes por millón (ppm) en un ser humano. Uno de los casos paradigmáticos fue el de un neonato de Toluquilla que mostró 96 partes por millón.

“La movilización de mercurio a la sangre en el feto se dio vía materna, durante la gestación, lo que provocaba que nacieran prematuros y murieran. Esto nos lleva a determinar que las mujeres de Toluquilla participaban en el beneficio del mercurio, es probable que parte de la molienda y envasado del cinabrio en pequeñas vasijas, los llevaran a cabo ellas arriba del cerro”.

También llamado bermellón por su intenso color rojo, el cinabrio fue un material muy preciado en Mesoamérica, y Toluquilla fue uno más de los sitios que pudieron comerciar con este bien, al igual que sitios de Guatemala y Chiapas, Guerrero, Morelos y Zacatecas.

Sin embargo, el cinabrio permitió a Toluquilla obtener también materiales altamente valorados, procedentes de los cuatro puntos cardinales: obsidiana de Michoacán y también de Hidalgo; cerámica que refiere a una relación con Tajín y la región de Río Verde, San Luis Potosí, o con Tula; y conchas y caracoles de las costas del Pacífico y del Golfo de México. Su acceso a este valioso recurso fue quizá una de las claves de su larga ocupación de 1,850 años, entre 300 a.C. y 1550 d.C.

En la poligonal de la Zona Arqueológica de Toluquilla, que abarca cerca de 17 hectáreas, a lo largo de 20 años de labores del proyecto se han registrado 210 monumentos, que incluyen desde los muros de contención para unas 40 terrazas con habitaciones distribuidas en la parte suroeste del Cerro Jorobado; además de las edificaciones en su cima, entre ellas cuatro canchas de Juego de Pelota, de las que un par todavía permanecen ocultas entre la bruma y la hojarasca.
Zona Arqueológica de Toluquilla, Querétaaro. FOTO TripAdvisor
Toluquilla se ubica al norte del municipio de Cadereyta de Montes, en Querétaro. Tras pasar el poblado de Vizarrón se toma la desviación a San Joaquín. A la altura del km. 30 se toma el camino a la presa Zimapán; en el km. 11 se encuentra un camino de terracería de 500 metros que conduce a la meseta de Toluquilla.

 

 

Redacción Periscopio Querétaro/EG (Con información de INAH y Juan Carlos Rodríguez Talavera, reportero cultural del diario capitalino Excélsior)

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