Redacción Periscopio Cancún
Las mutaciones del coronavirus SARS-CoV-2 son el reto más urgente que enfrenta la comunidad científica mundial.
Jazmín García Machorro, viróloga del Instituto Politécnico Nacional (IPN), aseguró el pasado 21 de octubre que las pequeñas variaciones genómicas en el virus pueden ser suficientes para que el patógeno engañe al sistema inmune y se dé, de nueva cuenta, un caso de reinfección.
La científica mexicana recordó que se desconoce el tiempo de inmunidad de quienes han padecido Covid-19, luego que esto estaría relacionado con factores como la edad, la genética y el estilo de vida de las personas.
“Por esta situación conviene hacerse estudios de seguimiento cada tres, seis y 12 meses”, recomendó la experta Nivel I del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Todo empezó en el mercado de mariscos en Wuhan
El mejor ejemplo de los cambios que han tenido las diferentes cepas del nuevo coronavirus es la investigación de Jonathan Corum y Carl Zimmer para el diario The New York Times, la cual se difundió el 30 de abril pasado y que muestra la expansión de este virus que ha causado la muerte de más 250 mil estadunidenses y 110 823 mexicanos.
El coronavirus es una membrana oleosa repleta de instrucciones genéticas para multiplicarse en millones de copias. Las instrucciones están codificadas en 30 mil “letras” de ARN — sean a, c, g y u— que la célula infectada lee y traduce a muchos tipos de proteínas virales.
Una célula infectada por un coronavirus libera millones de nuevos virus, todos con copias del genoma original. A medida que la célula copia ese genoma, a veces comete errores, que generalmente consisten en una sola letra equivocada. Estos errores tipográficos son llamados mutaciones. Mientras los coronavirus se propagan de persona a persona, acumulan más mutaciones al azar.
Cuando los investigadores compararon varios genomas de los casos de Wuhan encontraron sólo unas pocas mutaciones nuevas, lo que sugiere que los diferentes genomas descendieron de un ancestro común reciente. Los virus acumulan nuevas mutaciones a un ritmo más o menos regular, por lo que los científicos pudieron calcular que el origen del brote fue en China, en algún momento de noviembre de 2019.
Las mutaciones a menudo cambiarán un gen sin cambiar la proteína que codifica.
Las proteínas son largas cadenas de aminoácidos plegadas en diferentes formas. Cada aminoácido está codificado por tres letras genéticas, pero, en muchos casos, una mutación a la tercera letra de un trío seguirá codificando el mismo aminoácido. Estas “mutaciones silenciosas” no cambian la proteína resultante.
Las mutaciones “no silenciosas” sí cambian la secuencia de una proteína, y la muestra del coronavirus de Guangzhou obtuvo dos mutaciones no silenciosas.
El primer mexicano muerto por Covid-19
El genoma del Covid-19 ha ganado muchas mutaciones con el paso de los meses. Esta sorprendente variación puede contener pistas importantes sobre la biología del coronavirus.
Las partes del genoma que han acumulado muchas mutaciones son más flexibles. Pueden tolerar cambios en su secuencia genética sin causar daño al virus. Las partes con pocas mutaciones son más frágiles. Las mutaciones en esas partes pueden destruir el coronavirus al causar cambios catastróficos en sus proteínas. Esas regiones esenciales pueden ser objetivos especialmente adecuados para atacarlo con medicamentos antivirales.
A las 16:00 horas con 24 minutos del 18 de marzo del 2020, un varón de 41 años pereció en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) por un choque séptico tras contraer neumonía derivada del Covid-19.
La víctima amaba la música, estaba casado y tenía un hijo de 15 años, ha detallado su esposa Adriana N., quien ayudó a encontrar el punto de contagio de su marido pues dio a conocer que poco antes de la hospitalización su pareja acudió a un concierto en el Palacio de los Deportes el 3 de marzo.
A dicho evento masivo, según el subsecretario de Salud federal, Hugo López-Gatell, pudieron asistir «personas de origen extranjero».
«Nunca me enseñaron nada, ni papeles ni pruebas de laboratorio, pero ellos afirmaban que ya lo tenía (el coronavirus); primero me lo manejaron como una neumonía por influenza, nada más», afirmó.
En cambio, el primer caso estadounidense se registró el 15 de enero. Ese día un hombre voló a su casa en el área de Seattle después de visitar a su familia en Wuhan. Después de unos pocos días con síntomas leves, dio positivo por coronavirus. Así fue como se convirtió en el primer caso confirmado de Covid-19 en la Unión Americana.
Cinco semanas después, un estudiante de la escuela secundaria Henry M. Jackson en el condado de Snohomish County, Washington, desarrolló síntomas similares a los de la gripe. Una muestra de su nariz reveló que tenía la COVID-19. Los científicos secuenciaron el genoma a partir de su muestra de coronavirus y encontraron que compartía las mismas mutaciones distintivas encontradas en el primer caso en Washington, pero que también tenía tres mutaciones adicionales.
Entre enero y febrero, más y más personas llegaron a Estados Unidos con sus propios coronavirus. Algunos de ellos ya portaban mutaciones que indicaban que habían llegado de China u otras partes de Asia. Pero en Nueva York, la mayoría de virus que se aislaron tenían coincidencias genéticas con los virus que circulaban en Europa.
El virus europeo que hizo la escala Shanghái-Múnich-Washington y la muerte de Jaime Ruiz Sacristán
El 19 de enero — el mismo día que el primer paciente de Washington dio positivo para el coronavirus— una mujer de Shanghái aterrizó en Múnich. No mucho antes de su viaje, sus padres, de Wuhan, la habían visitado. Cuando llegó a Múnich solo sintió síntomas leves, que atribuyó al jet lag.
La mujer trabajaba con un proveedor alemán de autopartes. El día después de llegar a Múnich, asistió a una reunión de la compañía. Varios otros empleados que estuvieron en la reunión se enfermaron de COVID-19. El genoma del coronavirus de un alemán que participó en la reunión tenía mutaciones que lo vinculaban a China.
Con el tiempo, los virus pueden evolucionar a nuevas cepas. En otras palabras: a linajes virales que son significativamente diferentes entre sí. Desde enero, los investigadores han secuenciado muchos miles de genomas de SARS-CoV-2 y rastreado todas las mutaciones que han surgido. Hasta ahora, no han encontrado evidencia convincente de que las mutaciones hayan tenido un cambio significativo en cómo nos afecta el virus.
La muerte de Jaime Ruiz Sacristán, de setenta años, el 12 de abril de 2020, disparó las alarmas en México. El presidente del Consejo de Administración de la Bolsa Mexicana de Valores había pasado sus vacaciones en un centro de esquí en Vail, Colorado, Estados Unidos. Varias personas que lo acompañaban también enfermaron aunque no todos murieron de Covid-19.
Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, pidió el pasado 11 de noviembre que se tuviera cuidado con las noticias que hablen acerca de una “nueva cepa” del virus, pues las mutaciones podrían ser de poco riesgo.
Más allá de la retórica propagandística que caracteriza a López Gatell, la secuenciación de más genomas permitirá descubrir más capítulos en la historia del virus y del estudio de las mutaciones que hay en países como México depende el éxito de futuras vacunas.
Mientras eso no ocurra el conteo ascendente de muertes continuará.
Redacción Periscopio Cancún/ST ( Con información del Instituto Politécnico Nacional, Secretaría de Salud, The New York Times y Ernesto Núñez Albarrán )