Redacción Periscopio CDMX
A Lázaro Cárdenas se le recuerda, en el imaginario popular mexicano, por la nacionalización del petróleo el 18 de marzo de 1938.
Todas las esposas del gabinete de Cárdenas, así como las parejas de líderes sindicales, asociaciones femeninas y amistades se organizaron para hacer la gran colecta en el níveo Palacio de Bellas Artes.
Las personas, recuerda Amalia Solórzano de Cárdenas en sus memorias Era otra cosa la vida, llegaba con animales, gallinas, borregos y cabras, dinero, alhajas, anillos de matrimonio, medallas del bautizo, miniatura y objetos de todo tipo.
Los niños entregaron sus alcancías, evocó la Primera Dama. He visto constancias del Banco de México, de niños que al llevar su aportación se les dio un recibo. Cuauhtémoc y sus amigos fueron a entregar los puerquitos que tenían de alcancías.
Todo empezó con la reticencia de las empresas petroleras en manos de capital estadunidense y angloholandés a firmar contratos colectivos con 18 mil trabajadores petroleros que acabaran con la adulteración de cuentas y el ocultamiento de utilidades por medio de gastos y sueldos inflados. Aunque Cárdenas tenía otros planes:
«Toda la industria del petróleo debe venir a manos también del Estado para que la nación aproveche la riqueza del subsuelo que hoy se llevan las compañías extranjeras», reflexionó el michoacano.
El 18 de diciembre de 1937, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje determina que las compañías petroleras extranjeras deberían pagar 26 millones 332 mil 752 pesos a los obreros y dar trabajo a 1100 empleados de confianza, detalla el historiador Enrique Krauze en su libro Biografía del poder (Tusquets, 1997). Las compañías reclaman denegación de justicia. Según ellas, se trata del contrato «más extremista que jamás se hubiera dado a trabajadores en cualquier industria de cualquier país». El gobierno de Cárdenas se endurece aún más y fija como fecha límite de pago el 7 de marzo de 1938.
El Presidente Cárdenas ahonda más en las razones que están detrás de la nacionalización:
«Varias administraciones del régimen de la Revolución han intentado intervenir en las concesiones del subsuelo, o concedidas a empresas extranjeras, y las circunstancias no han sido propicias, por la presión internacional y por problemas internos. Pero hoy que las condiciones son diferentes, que el país no registra luchas armadas y que está en puerta una nueva guerra mundial, y que Inglaterra y Estados Unidos hablan frecuentemente en favor de las democracias y de respeto a la soberanía de los países, es oportuno ver si los gobiernos que así se manifiestan cumplen al hacer México uso de sus derechos de soberanía», afirmó Cárdenas en sus ‘Apuntes’.
El 18 de marzo de 1938 el petróleo del subsuelo mexicano dejó de ser botín extranjero y pasó a manos nacionales a través de una las empresas más emblemáticas del país: Petróleos mexicanos.
Hoy podrá la nación fincar buena parte de su crédito en la industria del petróleo y desarrollar con amplitud su economía, vaticinó a quien se le empezó a llamar ‘Tata’ Cárdenas.
Y para celebrar la medida, contra todos los augurios que afirmaban que México perecería ahogado su propio petróleo, el domingo 20 de marzo de 1938, el Presidente Cárdenas fue con unos amigos a una excursión al Nevado de Toluca y allí nadó solo en el agua helada de una de las lagunas rompiendo el hielo de la superficie por donde lanzaba sus brazadas. Al salir, sostiene Fernando Benítez en su libro Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana. El Cardenismo (Biblioteca Joven-FCE, 1977), exclamó en un tono de desafío irónico:
Ahora no podrán decir que estamos calientes.
Al escritor británico George Orwell le gustaba reservar los cartuchos mexicanos que el Presidente Lázaro Cárdenas envío para apoyar al bando republicano que se batía contra el alzamiento del falangista Franco en la Guerra Civil Española (1936-1939) que terminó convirtiéndose, a la postre, en el laboratorio de lo que sería la Segunda Guerra Mundial.
A los huérfanos de los republicanos combatientes que recibió Cárdenas en junio de 1937, se sumaron 30 mil republicanos derrotados dos años después.
Esa corriente, a consideración del historiador Enrique Krauze, significó una inmensa capitalización cultural y económica. México recibía a la crema y nata de la élite intelectual y científica de España que, por iniciativa de Daniel Cosío Villegas, crea la Casa de España en México que terminó convirtiéndose en El Colegio de México. Esa política de asilo también se aplicó a otras nacionalidades, perseguidos políticos o aquellos que huían del totalitarismo alemán, italiano o japonés.
«No hay antipatía o prejuicio en nuestro país contra ningún país o raza del mundo», sostenía el mandatario.
Con el petróleo nacionalizado y con el capital intelectual de centenares de refugiados europeos, Cárdenas ampliaba la planta académica de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional (creado por él el 1 de enero de 1936). La industrialización nacional se convierte en una realidad. La consolidación de centrales obreras y el reparto de tierras en todo México serenaron a un país convulso, sacudido por levantamientos, asonadas, ejecuciones y robos.
Queda por encima de todos esos logros de su administración su voluntad inquebrantable por redimir a los desvalidos, asegura el abogado vasconcelista Victoriano Anguiano, su simpatía profundamente humana y su temperamento revolucionario.
Tata Cárdenas siempre estuvo con los pobres.
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