Redacción Periscopio CDMX
Mario Molina, Premio Nobel de Química 1995, falleció este miércoles a los 77 años debido a un infarto, dio a conocer la Universidad Nacional Autónoma de México.
Molina se recibió como ingeniero químico por la UNAM en 1965 y posteriormente realizó estudios de posgrado en la Universidad de Friburgo, Alemania.
Después se doctoró en Fisicoquímica de la Universidad de California, Berkeley, en Estados Unidos.
Fue uno de los principales investigadores, a nivel mundial, de la química atmosférica, y en 1974 fue coautor, junto con F.S. Rowland, del artículo acerca del adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de ciertos gases industriales, los clorofluorocarburos (CFC), que les llevó a recibir el Premio Nobel de Química.
La validación científica llegó de la Antártida
Aquella investigación sobre la capa de ozono enfrentó varios detractores y no pocos satanizadores porque hubo quien los acusó de estar al servicio de potencias extranjeras.
En una conversación con Antonio Calvo Roy para El País Semanal en septiembre de 2018 el mismo Molina abundó sobre aquellos nubarrones:
Encontramos que podía haber un problema serio al ver la reacción de estas sustancias en las capas altas de la atmósfera, pero era algo bastante desconocido. Se trata de compuestos invisibles que atacan a una capa invisible, que nos protege de una radiación invisible, los rayos ultravioleta, así que era difícil de creer. Pero Sherry [Frank Sherwood Rowland] y yo pensamos que nuestra responsabilidad era contar nuestro descubrimiento a la sociedad, aunque no sentara bien. Hicimos un esfuerzo con los medios, después de comunicárselo a los colegas de la comunidad científica.
Aunque los expertos en cuestiones de atmósfera sí recibieron muy bien esta idea y pensaron que había que hacer mediciones para comprobarlo, la comunidad científica en general tenía dudas, y el estudio no fue algo muy bien aceptado.

Por eso los investigadores publicaron sus resultados en Nature. Luego empezaron a visitar a senadores y algún gobernador para ver cómo reaccionaban. Fue un proceso lento al principio.
Aunque el espaldarazo definitivo llegó en 1985, con el descubrimiento del agujero de la capa de ozono. Aquellos colegas del Servicio Antártico Británico probaron que estaban en lo cierto, les dieron la razón y en la publicación explicaban el agujero basándose en su teoría.
Molina recuerda que pensó:
“Caray, esto realmente comprueba que hay un gran agujero”.
La prueba de que la ciencia tiene diferentes e inesperados ritmos se prueba con lo que ocurrió en aquellos.
- En el año 1974 descubren los efectos nocivos de los CFC en la capa de ozono.
- En 1985 se confirma.
- En 1989 entra en vigor el Protocolo de Montreal, que limita el uso de los CFC
- Y en 1995 reciben el Premio Nobel de Economía.
Cuando se encontró el agujero todo se aceleró muchísimo, sobre todo con las mediciones. Primero se hacían con balones [globos aerostáticos], pero pronto se usó un avión que tenía Estados Unidos para espiar a la Unión Soviética y a China, una aeronave que volaba a gran altura y que no necesitaba mucho combustible. Se convirtió en un avión-laboratorio y midió con toda claridad lo que estaba pasando en la Antártida, la correlación enorme que había con la descomposición de los compuestos que originaban el cloro atómico. La relación quedó muy bien establecida, recuerda Molina.
Centinela de límpidos cielos
También fue profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) entre 1989-2004, profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México entre 1967 y 1968, de la Universidad de California, Irvine, entre 1975 y 1979, y del Laboratorio de Propulsión a Chorro del Instituto Tecnológico de California (CALTECH) en el periodo 1982 a 1989.
Mario Molina nació en la Ciudad de México el 19 de marzo de 1943.
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