Arturo Mendoza Mociño
La lucha de los trabajadores por mantener sus derechos laborales y buscar mejores condiciones de vida para ellos y los suyos se celebra en México, desde 1913, en el Día del Trabajo.
20 mil obreros marcharon en el Zócalo capitalino, evoca Jacinto Huitrón, en el primer desfile del Día del Trabajo y asistieron las siguientes sociedades mutualistas: Amistad y Progreso, Esperanza y Caridad, Alianza y Amistad, Unión y Concordia, Verdad y Trabajo, Mutualista y Moralizadora de Obreros, Mutua de Señoras, Tesoro del Hogar, Mutua Inmortal Morelos, Mutua de Carpinteros, Ignacio M. Altamirano, Obreros de Valentín Elcoro, Obreros de la Fábrica de Fósforos y Cerillos La Central, Sociedad Minerva, Ferrocarrileros de la División de Hidalgo, Operarios de la Impresora del Timbre, Instructiva y Recreativa, Guillermo de Landa y Escandón, Obreros de la Casa Pelladini, Obreros de la fábrica La Carolina, Caja de Ahorros Jóvenes Obreros, Gran Liga Obrera, Círculo Patriótico Centenario de la Independencia y Partido Popular Obrero.
Las diferencias entre los líderes revolucionarios del movimiento armado de 1910 pospusieron posteriores festejos, y la muerte consecutiva de ellos, -Venustiano Carranza, Emiliano Zapata, Francisco Villa, Plutarco Elías Calles-, difuminó en aquellos años de pólvora y sangre (1920-1935) el movimiento obrero internacional de 1886 que se convirtió en esquirlas para los diferentes caudillos revolucionarios de todo el país.
En diciembre de 1934 llega al poder el michoacano Lázaro Cárdenas y aplaca a todos los que se la pasan echando bala. Funda el Partido Nacional Revolucionario para conciliar todos los credos ideológicos, pero los sindicatos peleaban entre sí, como antes lo hacían zapatistas y carrancistas, villistas y obregonistas. Unos se asumían comunistas, otros, socialistas.
El Partido Nacional Revolucionario, antecesor del Partido Revolucionario Institucional (PRI), aglutinaría grandes centrales obreras como la Confederación de Trabajadores de México, creada en 1936, en el sexenio cardenista, bajo la dirección de Vicente Lombardo Toledano o la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (nacida en 1952) que hicieron del Zócalo su marchódromo para celebrar el 1 de mayo, para reclamar más derechos, para declarar simpatía por un gobierno priísta o, como sucedió años después, para confrontarlo.
El control político de esos grandes corporativos fue vital para el régimen priísta porque, amén de que mantenía la paz y las conquistas sociales de las que se ufanaban, con la CTM, la CROC y el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación se contaba con los votos necesarios para que el régimen tricolor siguiera con su mismo linaje de «defensor» de las conquistas laborales de los obreros, los ferrocarrileros, los médicos, los maestros, todos los que estuvieran dentro de la figura cohesionadora del sindicato.
La pesadilla de cualquier presidente comenzó a ser la unión de protestas y el apoyo de otros sectores o intelectuales a la causa obrera, la verdadera, no la charra, la que montaba encima de los obreros y los explotaba sin aumentos salariales ni más prestaciones. En 1958 estalló el movimiento ferrocarrilero que, además sumó a varios estudiantes en sus protestas. Los hombres del riel y la locomotora pedían en aquel año un aumento de más de 200 pesos al que pedía «oficialmente» el sindicato charro . Decían que los líderes sólo eran útiles para alcanzar intereses bastardos como senadurías o diputaciones. A partir de aquel momento, Fidel Velázquez, líder de la CTM por décadas, fue llamado el más entregado de la causa de los trabajadores. El oaxaqueño Demetrio Vallejo lideró protestas, negociaciones con políticos de toda laya, y finalmente fue a la cárcel por tratar de arrancarle el sindicato a la CTM y dar la bienvenida, con problemas, al nuevo presidente Adolfo López Mateos.
La represión a los sindicalistas que cuestionaban los liderazgos impuestos desde las cúpulas se convirtió en moneda corriente en México. También los desplantes, nada obreros o solidarios con sus agremiados, de los líderes de centrales obreras que, sin recato, empezaron a ostentar sus gustos y realidades de millonarios.
El lunes 27 de abril, Claudia Sheinbaum Pardo, pidió a sindicatos y organizaciones afines a su causa que a no salieran a marchar este Día Internacional de los Trabajado para evitar prevenir el contagio de Covid-19. Llegar hasta es imposible por se han cerrado los accesos a la plaza mayor y así fue que se vivió un momento histórico que se suma otros 1 de Mayo.
Hoy no desfilaron miles de sindicalizados sino que, como se aprecia desde el Gran Hotel de la CDMX mientras cae la noche, se abren paso los recuerdos que emergen de estas fotografías de todas las batallas de la clase obrera por tener una jornada, salario, prestaciones y un trato justos en una sociedad que ha perdido a cerca de dos mil mexicanos por un enemigo que no se ve.
Periscopio CDMX