Redacción Periscopio CDMX
Ciudad de México es un festín arquitectónico para todo aquel que la visite. Desde tiempos virreinales sus habitantes se esmeraron por honrar la vista con grandes edificaciones y una traza que permitía la errancia y el placer por igual.
La francofilia de Porfirio Díaz queda plasmada en varios cruces. Sea en Madero e Isabel la Católica, a un costado de la Torre Latinoamericana en el soberbio Palacio Postal, o bien, en la joya nívea que corona la Alameda Central: el Palacio de Bellas Artes, que Jaime Boites no se cansa de retratar.
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