AMADA MATRIA NUESTRA. Ángela Peralta, la soprano que cantaba como los ángeles, nació en Aldaco

Una placa atestigua que la soprano mexicana nació en un edificio que hace esquina en las calles de Aldaco y Meave, en el Centro Histórico de la Ciudad de México

JESUS_HELGUERA

 

Rogelio Ocampo/ ESPECIAL Periscopio CDMX

Una placa que generalmente pasa inadvertida sirve como testimonio de que la calle de Aldaco vio nacer a la célebre soprano Ángela Peralta, reconocida en Europa como el “Ruiseñor mexicano”.
Solemos identificar el nombre de esa afamada intérprete,pues ha bautizado calles, teatros y auditorios de diversos puntos de la República. Pero tal vez desconocemos muchos de sus méritos y de su enigmática vida personal.

Pero para los habitantes más arraigados de la zona no pasa desapercibido que ahí nació una gran artista. ”Aquí vivió Ángela Peralta, casi nadie sabe. Esa placa pasa desapercibida, dicen que fue una cantante muy famosa, de ópera o algo así, pocos del barrio la conocemos pero creo que es importante que se  difunda”, cuenta Vicente, un franelero del lugar.

Y nos comparte una hermosa anécdota: “Dicen que en una ocasión, estando en un concierto en Italia, una cantante dijo al terminar:así se canta en Italia; cuando fue el turno de Ángela dijo: así se canta en el cielo, dicen que la gente comenzó a aplaudir”.
Uno se imagina cómo fue el paso de esa mítica mujer por esas calles del Centro Histórico. La lámina, fechada en 1926, está situada en un edificio que hace esquina con la Calle de Meave, a una cuadra del Colegio de las Vizcaínas, institución de majestuosa arquitectura que alberga un gran legado cultural y artístico.
Seguramente, el ambiente académico, la belleza del entorno y el aire intelectual que se respiraba por esos lugares inspiraron a la célebre soprano, cuyas dotes musicales destacaron muy pronto. Además de su educación esmerada: Era aficionada a la poesía, erudita en historia y geografía. También hablaba francés
e italiano.

 

Cuando ella sólo contaba con ocho años de edad debutó en público cantando ópera. Pese a que impresionó a los jerarcas políticos de la época, no tuvo apoyo de ellos y tuvo que echar mano de los humildes recursos de su familia, cuyos esfuerzos la llevaron a estudiar primero en el Conservatorio Nacional de Música y posteriormente en España.

En Europa se consagró y llegó a cantar ante el rey de Italia Víctor Manuel II. Luego de su exitoso paso por el viejo continente, Maximiliano de Habsburgo la invitó a regresar a México, de hecho se cuenta que Manuel Altamirano la criticó por su actuación ante la pareja imperial mexicana.

Pero su cercanía con los gobernantes no le valió de mucho e incluso, la negligencia de las autoridades mexicanas le costó la vida, pese a que después de su eminente triunfo en Europa fue tratada en México con grandes honores, como si de una soberana se tratara.

En una de sus idas y venidas entre Europa y México, en el año de 1883, la diva realizó una presentación en Mazatlán, donde el Ayuntamiento echó la casa por la ventana con un recibimiento majestuoso. La Peralta llegó con su compañía integrada por cerca de 80 artistas europeos. Sin embargo, el Gobierno había
manejado a la ligera el fallecimiento de un norteamericano por fiebre amarilla que se convirtió en epidemia y fue la causa del deceso de la afamada artista, a los 38 años de edad.

Su muerte fue un episodio dramático y tan apasionado como su trayectoria artística, pues se casó en su lecho de muerte con su administrador, el escritor Julián Montiel Duarte. La ceremonia se llevó a cabo en el hotel Iturbide, donde se hospedaba cuando enfermó en Mazatlán. Cuentan que un colaborador tuvo que sostenerla moribunda y mover su cabeza cuando el juez preguntó si aceptaba por esposo a Montiel.

Tras su muerte, se vistió al cadáver con el atuendo de uno de sus personajes que interpretó y se le colocaron sus mejores joyas, según narraron los diarios de la época. Fue sepultada en esa localidad en un funeral simple, sin ofrendas florales, ni grandes honores. Se dice que un periodista local gestionó
durante años, que los restos del “Ruiseñor mexicano” fueran trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres de la Ciudad de México, hasta conseguirlo El 11 de abril de 1937, donde se le rindió tributo durante varios días tanto en el Conservatorio Nacional de Música, como en el Palacio de Bellas Artes. Sus
restos quedaron junto a los poetas Luis G. Urbina y Amado Nervo.

Periscopio CDMX

Comments

comments