Redacción Periscopio CDMX
A Raquel Tibol se debe una de las primeras aproximaciones exhaustivas y documentadas a la obra de la pintora mexicana más célebre. En Frida Kahlo, una vida abierta (1983), la crítica de arte nacida en Argentina, pero radicada en México por largas décadas, inicia el deslinde entre la vida privada y la vida profesional de una mujer que, en diferentes momentos, se adelantó a su tiempo aunque, para desgracia suya, se ató también a las tiranías del corazón.
Ya en Frida Kahlo, en su luz más íntima (2005), Tibol sopesa con un aparato crítico más riguroso el peso que tuvieron el dolor y el compromiso político en una creadora que, cada 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, es invocada, emulada y, para desgracia de su talante comunista, comercializada hasta el cansancio.
Jaime Boites, el fotógrafo mexicano que nunca realiza sus paseos por el Centro Histórico sin su cámara, se encontró a esta reencarnación de Kahlo cerca de la Librería Gandhi, frente a Bellas Artes, un buen día donde quedó demostrado que la realidad, más de una vez, imita al arte, más allá de las brillantes páginas de Tibol, esa mujer tan vehemente que tuvo su último aliento el 22 de febrero de 2015.
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