Lorena Cielo/ESPECIAL Periscopio CDMX
Eran las 10:44 de la mañana del miércoles 2 de junio de 2010 cuando los especialistas en antropología
física y restauradores del INAH, en presencia del notario 190 en la capital del país, David F. Dávila
Gómez, abrieron la urna negra con los restos de Leona Vicario.
Dentro estaba un esqueleto delicado y frágil, con un cráneo pequeño y bien formado, con cinco dientes.
Todos los huesos estaban completamente cubiertos de polvo y tierra, y muchos de ellos en un pésimo estado de conservación.
Varias piezas óseas de la célebre insurgente estaban tan adelgazadas que se levantaban en forma de escamas, tal y como se explica en el tomo II del libro Los restos de los héroes en el Monumento a la Independencia (INAH-INEHRM , 2012) de la autoría de la historiadora Carmen Saucedo Zarco.
Luisa Mainou, esa restauradora que realizó la restauración y conservación de las reliquias patrias en 2010, con motivo del Bicentenario de la Independencia de México, explica que los restos de Leona Vicario, igual que los huesos cortos de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, son los que presentaron más deterioro de todos los restos que se resguardan en la Columna de la Independencia, y que igualmente fuero inventariados, estudiados y conservados.
“Al tocarlos, con una leve presión corrían el riesgo de hacerse polvo de hueso, por lo que fue necesario bioconsolidarlos”. Así fue que se les aplicó quitiosán, una sustancia que se obtiene de los exoesqueletos de los crustáceos.
El quitiosán sustituye el colágeno que perdió el hueso durante el tiempo de sepultura porque hace que el hueso recobre su resistencia de manera natural, explica la inventora del método de restauración de materiales patrimoniales óseos.
Tras bioconsolidar los huesos, Mainou los sumergió en tinas de agua con fluour “para remineralizarlos”.
Este proceso, “remineralizar”, reponer los elementos minerales que pierden los huesos cuando una persona fallece.
Ya con la fuerza y estabilidad recuperada, los huesos de Leona Vicario fueron limpiados con sumo cuidado, hasta desprenderles todo el lodo y tierra adheridos por años. Mientras Luisa Mainou ejecutaba el trabajo, su colega Sara Fernández, quien formó parte del equipo de restauradores que conservaron
las reliquias patrias, leía en voz alta algunos fragmentos sobre pasajes históricos que referían la vida de la insurgente.
Mainou no pudo evitar sentir emoción al tener entre sus manos esos huesos. Narra: “Cuando una persona trabaja mucho lo primero que sufre es su esqueleto porque se desmineraliza.
Pero como no vemos el esqueleto solemos pensar que es algo ajeno a la persona; y no, es un elemento vivo en nuestro cuerpo que se nutre diario. Algo muy grave es que si falta comida al cuerpo, el calcio de los huesos se va a la sangre para que el cerebro funcione y el corazón no se pare, porque sin calcio el corazón deja de trabajar.
“Los huesos de Leona Vicario indican que sufrió periodos enormes de descalcificación porque no sólo fueron las condiciones de enterramiento las que deterioraron tanto su esqueleto”.
Si bien la restauradora Mainou ha restaurado muchos huesos y no puede decir que unos sean más importantes que otros, para ella trabajar con las reliquias de las personas que lucharon hace más de cien años por la Independencia de México “cobró un significado especial, no sólo a nivel profesional, sino como mexicana”.
Son los últimos años del virreinato, los primeros del siglo XIX. Los padres de Leona murieron cuando ella tenía 18 años de edad, entonces quedó al cuidado de un tío, el abogado Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, quien también fue su albacea. Desde muy joven comenzó ayudarle en su despacho y allí conoció a Andrés Quintana Roo, estudiante de leyes, pero el tío no les dio autorización de casarse porque el muchacho era de clase social más baja.
Al estallar la Guerra de Independencia, Leona Vicario decidió apoyar la insurgencia y en mayo
de 1813 se le descubre como conspiradora.
Sus bienes son confiscados y a ella se le aprisionó en el convento de Belén de las Mochas,
de donde logró escapar ayudada por dos correligionarios que la sacaron de su reclusión, disfrazada
y sobre un asno. Luego de su escape, Leona se casó con Andrés Quintana Roo, y continuaron juntos
al servicio de la causa insurgente.
En plena campaña militar dio a luz a dos hijas, la primera de ellas en una cueva porque la pareja se la pasaba huyendo.
Crepelina de seda para las manos de Leona Vicario
A todos los restos de los héroes patrios se les confeccionaron guardas especiales de crepelina de seda tratada previamente con quitosán, sustancia que también sirve como desinfectante para proteger del ataque de microorganismos y esporas que pudieran causar daños a los huesos por acción de hongos o bacterias.
Debido al estado tan frágil en que se encontraron los restos de Leona Vicario, a sus falanges se le confeccionó una guarda similar a unos guantes.
Se trata de una especie de placa de acrílico con las formas precisas de los huesos de las manos, que evitan roces y posibles movimientos causantes de abrasiones y desgastes.
Las placas colocadas en las falanges de la insurgente dan a cada hueso un soporte diseñado ex profeso. “Siendo un esqueleto sumamente frágil el de Leona Vicario, después del proceso de restauración y conservación se le hizo un trabajo de guarda como en ningún otro lugar del mundo”, aseguran los restauradores.
2020. Año de Leona Vicario y Paseo de las Heroínas
2020 fue designado por la presente administración de Andrés Manuel López Obrador como Año de Leona Vicario. Benemérita madre de la Patria, tal y como se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 30 de diciembre de 2019.
De esta manera, en toda la documentación oficial se inscribe la leyenda 2020, Año de Leona Vicario,
Benemérita Madre de la Patria.
En su columna en el diario La Jornada (17 de enero del 2020), Gabriela Rodríguez, titular de la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México, celebra:
«Ahora que 2020 ha sido declarado como el Año de Leona Vicario, es oportunidad para recuperar el papel histórico de las mujeres. La primera mujer elegida como jefa de Gobierno de la Ciudad de México ha decidido dedicar a Leona Vicario la primera escultura del Paseo de las Heroínas; se trata de la primera periodista mexicana, amante de la pintura, la política y la literatura; quien decidió colocar su vida, su conocimiento y sus recursos del lado de los Insurgentes.
«Las otras mujeres que ocuparán esos lugares son: Margarita Maza, Gertrudis Bocanegra, Josefa Ortiz, Mariana Rodríguez del Toro, Sor Juana Inés de la Cruz, Carmen Serdán, Matilde Montoya, Sara Pérez Romero, Dolores Jiménez, Hermila Galindo y Elvia Carrillo Puerto».
Tal decisión equilibrará en cuanto a paridad de género una idea que propuso Francisco Sosa en 1877 para que el monárquico Paseo de la Reforma, conocido como Paseo de la Emperatriz en el Segundo Imperio Mexicano (1863-1867), tuviera mejor un homenaje a héroes liberales pero, como sostiene Rodríguez, entre los 38 personajes patrocinados por gobernadores de los estados, ninguna mujer fue elegida para ocupar alguno de esos lugares.
Este nuevo paseo escultórico va de El ángel de la Independencia a la Puerta de Los leones en Chapultepec y será Leona Vicario la primera en engalanarlo.
Periscopio CDMX (La parte inicial de este reportaje se publicó originalmente en el diario Luces del Siglo en Cancún, Quintana Roo, el 8 de marzo de 2017)