Los pasos de Zapata y Villa por el Centro Histórico

Por Redacción

Villa y Zapata arribaron a Palacio Nacional por la avenida Juárez

Como bien dijo el fotógrafo estadunidense Spencer Tunick, cuando uno camina por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México se siente una energía intensa, de esas calles se emana magia. Y como no, si además de poseer un trazo enigmático, con una arquitectura majestuosa, este espacio ha sido testigos de acontecimientos icónicos en nuestra historia, de luchas y victorias.
El encuentro de los máximos líderes revolucionarios, Emiliano Zapata, comandando al Ejercito Libertador del Sur y Francisco Villa, al frente de la División del Norte, en el Palacio Nacional y el arribo de sus tropas a la plancha del Zócalo capitalino es uno de esos momentos en que coronaron al corazón de la ciudad de México como un espacio de celebración y disidencia con su rebeldía y sus reivindicaciones de justicia social.
Viajemos por el tiempo hacia el año 1914, el día 6 de diciembre y visualicemos a las tropas encabezadas por Doroteo Arango (Pancho Villa) y Emiliano Zapata cabalgando triunfantes por la avenida Juárez, con esos atuendos que hemos visto tanto en las películas.
Tras cuatro convulsivos años de disputa del poder entre los caudillos de la Revolución que inició el 20 de noviembre de 1910, en dónde hasta un golpe de Estado se cometió contra el primer presidente revolucionario, Francisco I. Madero, los máximos líderes, Doroteo Arango (Pancho Villa) y Emiliano Zapata se aliaron para tomar la Ciudad de México con la intención de reivindicar la causa que dio origen a la rebelión en el país: abatir la desigualdad social, aunque murieron en el intento.
Los guerrilleros fueron recibidos con grandes honores y júbilo por parte de los capitalinos y embajadores de varios países, según cuentan las crónicas de los historiadores que relatan varios momentos memorables como cuando arribaron al Zócalo con las campanas de la catedral metropolitana repicando. Según reseñán, Zapata lucía un traje de charro con una chaqueta amarilla que tenía un águila bordada en oro en la espalda y su gran sombrero que lo caracterizaba, también bordado en oro; mientras que Villa vestía un traje militar azul marino y una gorra también adornada con un águila.

Una fotografía icónica, donde se observa a Villa sentado en la silla presidencial, al lado de Zapata.

La recia personalidad de los líderes revolucionarios se acentuaba más con su sencillez y sus diálogos jocosos y campiranos, como cuando, ya instalados en Palacio Nacional, Villa se sienta en la silla presidencial y luego se la ofrece a Zapata quien se niega a ocuparla y replica: “Deberíamos quemarla, está embrujada. Cuando un hombre bueno se sienta aquí, se vuelve malo.”
El Centauro del Norte, como se le conocía también a Villa, aprovechó su estancia en la capital para rendir tributo a Madero, y rebautizó la calle de Plateros con el nombre del presidente depuesto, colocando él mismo una placa en la esquina de esa calle con Isabel La Católica y advirtiendo que quien osara quitarla, lo fusilaría.
Según narró el escritor Eduardo Galena, mientras los Jefes de la revolución hacían gala en el Palacio Nacional, sus soldados paseaban, pidiendo comida. Se dice también que los asustó el ruido que hacía un camión de bomberos y acribillaron a 12 de sus tripulantes.

Lideres zapatistas en el Sambors de los Azukejos-

En estos tiempos, en que el largo anhelo de la sociedad mexicana por dejar atrás el caudillismo y alcanzar la autogestión está quebrantado por la virulenta violencia y la incertidumbre económica que priva actualmente, resulta gratificante evocar ese encuentro que está por cumplir 105 de dos de los guerrilleros más queridos en México, quienes no ostentaban ningún afán de poder.

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