Por Elena González/ Fotografías: Nabor
Historias sublimes y una ardua labor social alberga el ex convento de Regina desde tiempos remotos. El inmueble de gran belleza arquitectónica ha tenido un destacado protagonismo en los últimos años como escenario de actividades artísticas o eventos glamurosos, pero poco se sabe de lo que sucede en el día a día dentro de sus instalaciones.
La edificación, catalogada por el Instituto Nacional de Antropología como histórica, fue recuperada en 1987 de las ruinas en que estaba y habilitada como asilo para adultos mayores por la Fundación para Ancianos Concepción Béistegui, una institución de Asistencia Privada. El convento se edificó en 1573, para alojar monjas concepcionistas. Luego de las leyes de Reforma tuvo varios usos antes de ser la sede del Hospital Concepción Béistegui, que llegó a ser uno de los centros médicos más importantes del país.
Mientras que la iglesia de Regina Coelli, que da nombre a la calle donde se ubica, se ha conservado como templo desde su construcción y es el marco que embellece al corredor peatonal que se ha convertido en uno de los puntos más atractivos del Centro Histórico, con una gran afluencia.
En entrevista, el doctor Agustín Carlos Soto Cachón, director y apoderado legal de la fundación nos cuenta los detalles de cómo funciona esa Casa-Hogar y nos comparte algunas anécdotas. Narra que cuando el patronato que encabeza asumió el control del asilo ya vivían ahí algunos ancianos, los cuales acogieron y fueron integrando a nuevos huéspedes hasta llegar a los 107 que viven actualmente en el lugar, que tiene capacidad para 110 huéspedes.
“Desde un principio, cuando yo inicié este asilo, tomé la determinación de hacerlo lo más cercano a una casa. Lo que el viejo tiene en casa, que lo tenga aquí, si allá no hay reglas, aquí tampoco, si allá fumaba, aquí sigue fumando, si se echaba sus tragos allá, sin ser alcohólico, se lo sigue echando aquí. Y entonces nos impusimos una serie de reglas para que el viejo viva aquí como en su casa. Claro que como está muy deteriorado físicamente o mentalmente, pues tenemos que darle un tratamiento especial, pero eso no quiere decir que pierda su libertad”.
Muchas historias se han tejido en ese enigmático espacio desde su fundación, incluso de amor, pero hay algunas que han marcado la memoria de Soto Cachón: “Había un señor: José, que era muy estilado, alto, muy elegante en su estilo, con su ropa vieja, siempre muy limpio, muy aseado y era poeta. El se quedó sin nada en una asociación que hizo con una persona, él decía que era judío, pero no lo era. Un mal amigo con el que se asoció y perdió todo lo que tenía. Entonces se tuvo que asilar. Don José se movió muy bien, les hacía versos a las enfermeras y a las cocineras. Y siempre estaba dispuesto, eran de los pocos que se podían valer por sí mismos, porque su deterioro fue económico.
«Como estábamos en plena obra, yo de repente le pedía algo, y una vez le dije: Don José, me van a traer un cheque de 600 pesos, después de las 5, me hace favor de recibirlo. Ah caray, no, le tengo que decir que no, me voy de vacaciones. Bueno, está bien, nunca lo obligué a nada, pero me llamó la atención que dijera que se iba de vacaciones si no tenía ni un peso. Empecé a checar y se estaba despidiendo de todos.
«Como a la hora fue a mi despacho y me dijo: oiga doctor, es bien cuate, es muy buena gente, sí le voy a recoger el cheque, pero como me voy de vacaciones se lo voy a dejar en este libro -me enseño un libro, de pasta café-, ahí en mi librero se lo dejo. Yo sabía que al día siguiente me iba a dar el cheque, a dónde iba a ir, si no tenía ningún lugar a dónde ir. Me fui a casa, se me olvidó el cheque y a las 3 de la mañana sonó mi teléfono. Me dijeron doctor, Don José se murió.
«Al día siguiente, entre los trámites de la funeraria, se me olvidó el cheque, después de las 4 de la tarde fui a su habitación. Vi el librero que él me dijo, cogí el libro y el cheque estaba salido. Tuve cuidado de abrir el libro y había un recado (todavía lo tengo guardado), decía: Doctor, como le dije, me voy de vacaciones, espero verlo pronto en una ocasión, ahí le dejo el cheque: José”.
Desde entonces yo pienso que las premoniciones existen. No sé porqué muchas personas presienten que se van a morir y no lo pueden decir abiertamente. Don José nunca dijo me voy a morir; Don José dijo me voy de vacaciones, y mire qué vacaciones.”
El financiamiento del asilo se obtiene a través de donaciones y los ingresos por los eventos que se realizan en la planta baja. Y también los huéspedes pagan una cuota de recuperación que esté a su alcance. Algunos no pagan nada, otros el 10 por ciento, el que más paga es el 50 porciento, lo demás lo pone la fundación.
“Los requisitos para ingresar son: Primero que tenga 60 años, después que nos necesite, el viejo, no los hijos, y el tercero es que tuviéramos lugar. Los huéspedes son personas que preferentemente no puedan valerse por ellos mismos, no nos fijamos en género. Nosotros casi no tenemos viejos sanos. Tenemos atención médica: hay dos médicos, además muchos de ellos tienen seguridad social, pero aquí les damos consulta, sin ser esto un hospital. La vida de aquí es normal: ellos comen como en casa, pueden comer desde bistec, pollo hasta mole o carnitas”, precisa el directivo.
El lugar también cuenta con un museo de sitio que se fundó con objetos que se fueron encontrando durante la rehabilitación. “Desde que yo llegué encontré muchas cosas, y las empecé a guardar. Las metí en lo que es el aula magna porque es el único que tenía llave. Cuadros, exámenes médicos escupideras, todo lo que me encontré lo guardé ahí. Y gracias a esa previsión, hace tres años abrimos nuestro museo de sitio. Vinieron de la Universidad y de la Dirección de Museos, organizaron y clasificaron todo lo que hay ahí. Que es una joya.”
Diversas actividades culturales se realizan en el recinto, de la que destacan el Teatro Fenix Novohispano, que lleva presentando “Don Juan Tenorio” durante 10 años. “Ya tuvimos leyendas de Regina, o leyendas del Centro Histórico. Tenemos un grupo de Sor Juana, encabezado por Carlos Vega Sánchez, quien es puntual en sus cursos, el segundo sábado de cada mes viene; y después de la plática que siempre es muy amena, se van al asilo y les regalan algo a los huéspedes. Hemos realizado una labor que, consideramos, es buena”.
Señala que la Autoridad del Centro Histórico apoyó la segunda etapa de rehabilitación del sitio, mientras que algunas empresas hacen aportaciones. “Ya con todo el inmueble (ahorita podría decir con lujos), empezamos con camas que hicimos aquí, closets que hicimos con lo que quité de lambrines de las paredes. Ahorita ya tenemos 70 camas eléctricas y vamos a tener camas eléctricas y mecánicas, que suban, que bajen, que estén dignas. Ya tenemos baños suficientes, tenemos jardines. Ya a la gente le gusta venir. Es un oasis en el Centro. Nos hemos ido a la par. La diferencia es que el Gobierno tiene recursos y nosotros lo hicimos con las uñas”.
Además del asilo 24 horas, también se ofrece un centro de día, donde se ofrece alojar a los adultos mayores en un horario entre 9 a 7, para personas que se puedan valer por ellos mismo, que caminen.
“También hicimos uno mixto, a mí no me gusta que saquen a sus viejos de sus casas. En este asilo, recibimos a los viejos los domingos a la 5 de la tarde y vienen por ellos los viernes, es único en México. Entonces, los fines de semana los pasan con su familia. Y tenemos también asilos en riesgo, morales. Si en casa hay un viejo y van a operar al hijo, o a la hija, mientras se recupera nos lo traemos. Se queda con nosotros, operan a su familiar, se recupera, y lo devolvemos, si quiere. El problema es que cuando entra aquí no se quiere ir”, agrega el titular de la casa-hogar.
La fundación está manejada por un patronato de nueve integrantes. “Es un grupo de personas muy solvente, todas muy honestas, todas muy trabajadoras, que son realmente las que le dan cohesión”. El ex convento está conectado a la iglesia a través de una puerta cuyas llaves están en manos de los sacerdotes.
Visitar este edificio siempre es gratificante, es como sumergirse en un oasis dentro del Centro Histórico, tanto por su arquitectura como por sus jardines secretos.