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Por: Nabor.
Con su propuesta musical de sonidos del mundo, Nelson Ned Jr. explora las oportunidades en la escena musical de México, país que lo sedujo desde la adolescencia, experimentado fusiones de ritmos afro brasileños con jazz, rhythm and blues y funk, un proyecto que desarrolló en Europa, donde redescubrió su música. “Esta concepción surgió cuando estuve viviendo en Europa. Viví en Suiza por años, tuve la oportunidad de tocar con músicos que tocaban música africana, tenía como referencia a artistas, cantantes, instrumentistas, bajistas y bateristas. En el 96, tuve la oportunidad de tocar con una cantante de Camerún, que se llama Anizette, es una cantante del Norte de África, estuvimos tocando en Italia, en el festival de jazz Montreux, de ahí me salieron muchas ideas musicales, me abrió muchas ventanas”. En la versatilidad que lo caracteriza, el músico brasileño, quien ahora es vecino del Centro Histórico de la Ciudad de México, hace música y matemáticas, desarrollando compases impares, lo que lo llevó a trabajar con el jazzista estadunidense Steve Coleman Narra que este estilo lo aprendió de su paisano, el también compositor Nei Sacramento quien desarrolla una especie de cánticos de santerías afro brasileñas y escribe para diversos instrumentos como conga, batería, saxofón. Con él, Nelson creó una clínica de música y Matemáticas en Brasil. “Entonces, lo que ese chavo hizo fue que sacó las claves de bembe y las alargó, pero desplazando conforme él sentía, con los cánticos de Yoruba, de los santeros de Bahía que son muchos”. Él creó su propio lenguaje sobre el candomblé, a través de este proyecto fue presentado a Steve Coleman y vieron que estaban haciendo la misma cosa, pero por caminos diferentes, al fi nal fue invitado a participar en el proyecto de Steve Coleman And Five Elements, “grabó como tres o cuatro discos, ahí toqué con los mejores músicos del mundo, de los cuales tengo mucho gusto de decir que él participó en mi proyecto, y tiene como tres, cuatro rolas…él está tocando las congas… estoy muy agradecido con la vida por tener a estas personas, de este nivel, trabajando en mi proyecto”.
Primogénito de una gran fi gura musical, Nelson Ned Jr. convivió con la música desde pequeño. Con tan sólo cuatro años, hacía ya sus pininos con la batería. “Yo a los cuatro años de edad ya me clavaba en la batería, yendo a conciertos de mi padre, afuera de Brasil, cuando empezaba la banda mi mamá decía que yo iba corriendo por detrás del escenario. Me quedaba atrás de la batería mirando con los ojotes al baterista. Mi mamá decía: Tú con cuatro años ya tocabas en los armarios de la cocina, en el cuarto, en el coche”. A los once años de edad empezó a estudiar formalmente en escuelas de música, pero también tuvo de maestros a los músicos que acompañaban a su papá como Albino Infantozzih y Chico Batera, quien actualmente toca con unos de los íconos de la música Brasileña, Chico Buarque de Hollanda.
El entorno que vivió al lado de su padre, el reconocido cantante Nelson Ned, fue contundente para defi nir su vocación por la música. “A los 14 años, ya estaba tocando en pequeñas giras por Brasil, haciendo tríos con bajo, guitarra, batería y voz, acompañando al cantante. A los 17 años grabé el primer disco con mi papá, de boleros, que se llamó “El último romántico de América”, que fue Movie Play Records, ahí grabé como tres rolas de este disco. Luego, un año después, a los 18, fui invitado por mi papá a hacer una gira por Estados Unidos”
Esa gira, cuenta, lo volvió “loco”, con la idea de que podía acompañar músicos profesionales, y subir un nivel más alto del que estaba. “Cuando volví a Brasil pensé ya no quiero volver a la escuela ya quiero estar en la música, con el disgusto de mi padre, porque él quería que terminara la escuela, y hacer una universidad de lo que sea, pero yo ya estaba muy decidido que quería ser músico”. Después, de ahí hubo más giras en Europa, como en Portugal, Francia, Holanda, Suiza. Pese a la infl uencia que tuvo su padre para defi nir su camino por la música, Nelson tomó un rumbo distinto, pues optó por ser compositor y ejecutante, y no vocalista; y su estilo musical dista mucho de los boleros que popularizaron a su padre.
La música afro lo eligió, dice: “Crecí mucho con eso. Porque la batería es un sentimiento que…yo no pude escoger, fui escogido por la música, era algo más fuerte que palabras, que no sabía decir por qué, es la batería o los ritmos. Creo que por los tambores que mueve a la gente, que hace que la gente baile. Y la danza, la música y el ritmo están todos muy conectados”. – ¿Por qué dejar esa paz, y comenzar a trabajar con lo que llamas música visceral. Hasta qué edad estuviste como en esa burbuja de hacer la cosas como con formulita, y comenzar a plasmar esto, nos comentabas que hay quienes hacen música con la cabeza, muy racional, ahí a lo mejor van las matemáticas, con el corazón, y la parte de las vísceras, que es lo que a ti más te emociona? – Eso se tardó como 15 años. Estuve trabajando con mi padre por casi 20 años, tocando los boleros mexicanos y baladas, o sea, acompañando a un artista, que es algo que, al principio parece sencillo, pero en verdad no lo es. Es un concierto performático. No es un concierto tu donde vas a demostrar técnica, al contrario de eso, la técnica la dejas en tu casa y tú vas a ser el colchón para el artista. Tú vas a ser el piso, para que el artista camine sobre él.
Actualmente, pocos músicos logran hacer eso porque ya estamos infestados de información, de técnicas, de “n” métodos, al fi nal, te olvidas de lo básico. Como en el 95, me invitaron para hacer un proyecto en Suiza, para acompañar a un cantante, y acompañar músicos, me veía con poco trabajo en esta época en Brasil, dentro de mí algo me decía te tienes que ir, porque algo grande te está esperando afuera, y tienes que vivir esta experiencia, con diferentes proyectos, con diferentes estilos. Culturalmente fue como una bendición, porque estuve ahí, trabajé con música brasileña, con jazz, rock, pop, salsa, todo, y eso me abrió muchas nuevas ideas sobre la música. Una cosa es estar encerrado en tu país, haciendo lo mismo, y de repente, tienes la oportunidad de ir a otro país que es otra cultura, otra gente, otras músicas… fue como una apertura espiritual grande, de lo cual aprendí múltiples estilos: toqué con cubanos, con africanos y con americanos. En América, considera el brasileño, no respira la música africana como en Europa. Refi ere que los punteros del “worldmusic” son, básicamente, Salif Keita de Mali, a quien considera la representación máxima de la música africana, y a Joe Zawinul, un ícono austriaco que vivió en Estados Unidos, donde tocó con los grandes del jazz. Nelson radica en México desde hace unos tres años y manifi esta un profundo agradecimiento por este país: “Yo siempre tuve curiosidad en conocer la tierra que reconoció a mi padre, Nelson Ned, por múltiples cuestiones, en Brasil, no había reconocimiento para mi padre, desafortunadamente, por cuestiones culturales, y luego fue reconocido en México, desde mis 18 años llegué a desear estar aquí, conocer a la gente, entender a la gente, ¿por qué reconocer a mi papá, por qué acá, por qué en México?”. Aquí no la ha tenido fácil, pues él ha buscado posicionarse al margen de la fama de su padre. “Pudiendo estar en Brasil, en mi casa, en el confort de la familia, en el hogar. Pero a lo mejor yo estaba buscando algo que en Brasil no existe, que era el mero reconocimiento, y entonces yo vine acá por curiosidad. Entender a la gente, por qué reconoce a un enano, un artista enano, en mi país, eso nunca pasó, porque hay mucho prejuicio allá”. Cuando llegué a México, descubrí que el mexicano es más tolerante y el mexicano no mira mucho a tu exterior; sí mira, pero valora más el arte de uno. Desde que llegué, como que me enamoré de México. No tengo el mismo reconocimiento que mi padre, pero veo que la gente me acoge mejor y tengo más apoyo de los músicos, tengo amigos que me están ayudando muchísimo. Estoy terminando mi proyecto personal acá en México con Víctor Patrón, Armando Espinoza y PP Moran, hay muchos músicos de muy buen nivel en México que me impresionó desde que llegué. Entonces, pensé, ¡aquí me quedo!, fi naliza el hijo del “Pequeño Gigante”.
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