AVENIDA 20 DE NOVIEMBRE. Siempre intensa y vital

Avenida 20 de NoviembreLuis Eduardo Alcántara.

Caminando, en autobús o en auto, recorrer la Avenida 20 de Noviembre, con sus almacenes de todo tipo y su bullente vida a cada cuadra, ofrece una inmejorable recompensa para el visitante: llegar a la plaza de la Constitución teniendo a la Catedral como punto de fuga. Como sucede con las grandes vialidades que cruzan el Centro Histórico, 20 de Noviembre fue construida para conocerse palmo a palmo, para encontrar hallazgos en sus negocios y celebrar la vida esquivando cargadores y con semáforos en preventiva.

Allí encontrará, amigo, el billete de lotería que puede cambiar su destino (observe, suma 13 y termina en 6); ahí encontrará, señorita, el fashion. De hecho, casi todo lo que uno puede desear, es posible hallarlo en esta arteria.

Aquí hay ropa exclusiva a precios de fábrica, calzado fino, perfumes y esencias de exportación, el Mundo Peque y Telas Parisina, o bien Suburbia, Liverpool y el Palacio de Hierro. Negocios variados y artículos infinitos.

Curiosamente, la avenida que lleva el nombre del comienzo de la gesta revolucionaria hace 103 años, tiene apenas 77. Fue inaugurada el 20 de noviembre de 1936, por el entonces presidente de la República, general Lázaro Cárdenas. Es muy extensa la lista de monumentos históricos, establecimientos comerciales y calles que fueron sacrificados en aras de que la picota diera forma a esta cosmopolita vía.

avenida-20-noviembre-2Destacan el legendario Callejón de la Diputación, famoso porque al consumarse la Independencia se construyó ahí un popular mercado que desapareció en 1888; la callejuela de San Bernardo, la cual comunicaba a la Plaza Mayor con la avenida Venustiano Carranza; el propio templo de San Bernardo –cuyos orígenes se remontaban a 1636-, víctima de la urbanización pues perdió parte de los coros y torre, amén de que se recortó su iglesia y la parte izquierda de la fachada fue desmontada y construida para quedar, justo enfrente, con la multicitada avenida. Muy lamentable fue también la demolición de los populares Baños de San Felipe, frecuentados por más de una generación de capitalinos, o del antiguo edificio de El Puerto de Liverpool y del Portal de las Flores, con profundas raíces históricas. Desapareció incluso la calle de Ocampo, ubicada entre Venustiano Carranza y Uruguay. Pedazos de nuestra identidad fueron arrancados para siempre de la fisonomía capitalina, pero en su lugar aparecieron otros, más funcionales y también históricos.



La esquina del conquistador
Una advertencia impide el paso hacia la cripta mortuoria: “Por favor, no pasar, área reservada al culto”. Detrás, la imagen de la virgen de la Concepción, colocada en una portada blanca sumamente austera. Aguzando la vista en el costado izquierdo se observa una placa negra, seguramente de bronce, con la in- dicación: Hernán Cortés 1484-1547.  Templo  Jesús NazarenoPorque, efectivamente, en el templo llamado de Jesús Nazareno –en la esquina que forman República del Salvador y 20 de Noviembre, anexo al Hospital de Jesús- descansan los restos del conquistador de México, o al menos eso se cree, pues desde que falleció en Castilleja de la Cuesta, después de vivir como un fantasma de sus glorias añejas, ocho veces sus restos fueron re inhumados en distintos sitios, tanto de Europa como de México, para terminar finalmente en el templo que él mismo mandó construir en 1587, bajo el encargo de franciscanos.

Como para estar acorde con la leyenda negra que lo ha colocado como uno de los villanos preferidos de nuestra historia, no existen mayores señalamientos o avisos importantes de que en esta iglesia reposan sus despojos. Sí en cambio, los visitantes se maravillan con los murales pintados encima del coro por José Clemente Orozco, en 1943, donde abundan temas apocalípticos; o antiguas imágenes y tallas religiosas de enorme valor artístico, como las de Jesús Naza- reno (1663), el Señor de la Columna, San Hipólito, la Virgen del Apocalipsis y San Francisco de Asís. Se afirma también que existían admirables retratos del conquistador pintados al óleo, sin embargo ninguno sobrevive.

Templo  Jesús NazarenoEn 1822, enardecido el espíritu antiespañol a raíz de la consumación de la Independencia, en el Congreso se propuso exhumar los restos de Cortés para ser quemados en San Lázaro, no obstante, éstos fueron rescatados por un grupo de descendientes y escondidos después en un sitio oculto del templo, por más de cien años. Tiempo después, en medio de circunstancias confusas, la tarde del 24 de noviembre de 1946 se logró el descubrimiento de la tumba del capitán extremeño, gracias a los trabajos realizados por investigadores extranjeros. Las pruebas y análisis que vendrían, confirmaron que los restos hallados en Jesús Nazareno sí eran los de Cortés.

 
 

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